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El apego



Hoy en día está de moda en las enseñanzas espirituales que te digan cosas cómo: “no tienes que tener apegos”, pero claro, muchas veces no tenemos claro que es eso del apego y para solucionar un problema, en nuestra vida y en todo, lo primero es comprender bien aquello a lo que nos enfrentamos. En las líneas siguientes se va a explicar que es el apego y cómo superarlo, sólo que claro, aquí se dan las instrucciones, pero el trabajo ... es de usted.


¿Qué es el apego? Decimos que tenemos apego a algo o alguien cuando confundimos lo que esa cosa o persona nos da con la persona o cosa en sí misma. Como dicho así puede ser un tanto confusa la definición del término, nos serviremos de nuevo de un ejemplo simple que seguramente hemos vivido o conocido.


Supongamos una pareja joven, de adolescentes, que conoce su primer amor, llamémosle a él Mario y a ella Teresa. Mario siente un gran amor por su amada y cree que no puede vivir sin ella, le dice cosas tan comunes como “eres lo más importante para mí”, “sin ti mi vida no tendría sentido”, “si me faltas tú no tengo nada” etc., (estas frases todos las hemos dicho u oído alguna vez en la vida ¿no?). Evidentemente para Mario la Paz supondría el saber que “su” Teresa estará siempre a su lado y es precisamente este enfoque de la vida lo que produce su infelicidad. Para Mario, el Amor está encarnado en Teresa, tiene su forma, está totalmente representado por esa persona y el dolor lo recibiría, y de que manera, en caso de perderla.


Mario tiene apego hacia Teresa, confunde la forma (es decir Teresa) con aquello que representa (es decir el Amor). Si Teresa deja a Mario por un jugador de volei-playa, Mario se sentirá fatal pues creerá que ha perdido el Amor, cuando lo único que habrá perdido en realidad es a la persona que lo representaba; así el dolor que siente en realidad es producido por el apego que tenía hacia su amada y no por la pérdida en sí misma.


Por supuesto no hay nada malo en que Mario quiera a su chica, lo “malo” está en la idea de necesitar a su chica, eso es precisamente el apego. Si el amor del joven fuera sin apego podría decir: “estoy muy bien contigo y prefiero estar contigo sobre todas las cosas, pero puedo también estar sin ti”. Eso sería estar desapegado.


Y el ejemplo que hemos tomado, para ejemplificar el dolor que un apego nos produce, podríamos generalizarlo a todo, desde las relaciones personales como a las materiales de las que hablaremos a continuación.


En cuanto al apego referido a la relación con otras personas, ya sea en casos como el de nuestra joven pareja, o la que mantienen los miembros de una familia entre sí, a menudo se confunde la idea de apego con la idea del amor (en minúsculas). Creemos que necesitamos a una persona como consecuencia de que la amamos y decimos que ambos términos van conectados, pero no es así. De hecho en nuestro ejemplo, si hubiera verdadero amor, Mario debería estar conforme con la elección de Teresa, pues querer a alguien es desearle lo mejor y no acotar el sentimiento amoroso a ser correspondido. En un Amor sin apego, si lo mejor para la chica es que se vaya con el jugador de volei-playa, Mario debería aceptarlo y no sufrir, si esa es la elección de la chica. El vivir sin apego supondría aceptar el hecho y en consecuencia no sufrir. El verdadero Amor exige libertad y eso va en contra de la restricción que supone el querer con apego. De hecho la idea de apego puesta en el Amor contamina a éste, le embrutece y hace que algo que debería ser un acto de dar se convierta en una necesidad de tener.


En la vida nuestro apego va mucho más allá de las simples necesidades emotivas como la descrita, por lo general el hombre moderno se crea un apego en todo cuanto desea con intensidad. Como no es cuestión de enumerarlos a todos, citamos uno de los más importantes: el dinero.


El dinero es una forma de energía, y el hombre, muy a menudo, no se caracteriza tanto por el dinero que tiene sino en cuanto éste le tiene atrapado a él. El tener no da la felicidad y seguro que todos estamos de acuerdo, otra cosa es que el tener nos de una vida mas fácil, pero eso no quiere decir una vida mas feliz. Podemos pensar que el no “tener” nos producirá una vida infeliz, pero si es así es que tenemos apego a nuestros bienes. No es algo extraño, es muy normal, pero si perdiéramos todo lo que tenemos, seguiríamos siendo nosotros mismos, por eso no debemos de tener apego a nuestros bienes. Usted es el mismo con un millón de euros que sin ellos, otra cosa es que tenga más bienes, pero si es usted buena persona lo será con ese millón y sin ese millón, mientras que si es una mala persona lo seguirá siendo con ese millón o sin ese millón. Vaya, que usted ES con independencia de lo que tiene.


Es muy difícil que eliminemos al cien por cien los apegos, pero si fuéramos capaces de hacerlo no habría nada ni nadie que nos pudiera causar daño, ni la pérdida de nuestro trabajo, ni la pérdida de nuestros seres queridos, ni la pérdida de nuestros bienes, serían capaces de afectarnos. Querer todo lo que tenemos pero no precisar nada de lo que tenemos, en eso consiste vencer el apego, y las ventajas de vivir sin apegos son mayores que las de tener una Visa oro.


Ahora bien, nos queda todavía un apego muy poderoso, se trata del apego al “yo”, más concretamente a nuestro cuerpo físico. Queremos a nuestro cuerpo, lo necesitamos porque creemos que todo lo que somos es gracias a nuestro cuerpo pero somos mucho más que nuestro cuerpo. Inconscientemente al hombre de occidente le cuesta asimilar que es un Alma con más cosas y no un cuerpo con atributos, esto no pasa en otras culturas, donde los términos se invierten dando más peso a la vertiente espiritual de cada uno, como sucede en la India; y el resultado es que en nuestro mundo tememos a la muerte mientras que en la India la ven como un fenómeno natural. El miedo a la muerte es apego al cuerpo, al mundo terrenal.


Para entender la muerte hay que entender la vida, entender porqué estamos aquí, entender que la muerte es el “fin del curso” para empezar otro mejor. Si lo que queremos es librarnos de la turbación de nuestra muerte o de la de los nuestros, debemos profundizar en el tema hasta darnos cuenta de que la muerte es una fiesta.


Personalmente me gustaría que en mi entierro se diera a los que asistan pasteles y bombones y se ponga música alegre tipo El carnaval de los animales de Saint Saens. Al fin y al cabo, si Dios quiere, me iré a un mundo donde no hace falta matar para vivir, donde no hay lucha ni competencia por nada, donde podré reunirme con todos los que amé a lo largo de existencias, donde para hacer lo que quiera no tendré el impedimento que supone mi cuerpo físico ... y creo que el ir a un sitio así vale la pena que lo celebren quienes me quieran en la tierra, al fin y al cabo la lástima ¡la sentiré yo por los que se quedan!


En cuanto a los seres amados resulta imposible humanamente hablando no sentir pena porque nos dejen, pero recuerde que esta pena es producto de nuestro egoísmo, de nuestro apego hacia ellos, de la misma manera que una madre está triste cuando sus hijos se van de colonias, aunque sabe que allí se lo pasarán muy bien. La madre sufrirá si no tiene a sus hijos en la medida que esté apegada a ellos. En realidad no se llora por los muertos, se llora por nosotros que nos quedamos, temporalmente, sin su compañía.


En resumen: el problema no está en el deseo, sino en el apego que nos creamos de aquello que nuestros deseos nos dan. Siempre que en nuestra vida tengamos miedo a perder algo es signo de que hay un apego por medio.


Ahora bien nuestro solo deseo de vivir sin apegarnos a las cosas no resultará suficiente. Llevamos años, siglos, si lo consideramos desde el marco cultural en que nos desenvolvemos, apegándonos a los deseos y ahora no vamos a borrar de un plumazo todo eso. Tendremos que trabajarlo. Debemos darnos cuenta cuando en nuestra vida hay un apego y como luchar contra él. Debemos autoconfesarnos, no ya de nuestros actos sino de todo aquello que nos tiene atado de alguna manera. El trabajo es nuestro y debemos saber que esa lucha estará presente a lo largo de toda nuestra vida, pero hemos de tener ánimo, no desfallecer, pues eliminar los apegos supone vivir sin miedos y ... ¿hay algo que pueda traer más Paz que el vivir sin miedos?




Que la Fuerza le acompañe,



Juan Pedro

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