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Fuerza interior


Érase una vez, los fértiles campos de Katachaturian, los situados en la región más oriental, estaban amenazados por las hordas bárbaras.


El sistema de comunicaciones entre pueblos y la red de oteadores funcionaba perfectamente en el reino y eso permitía saber a los habitantes de la zona del peligro inminente al que se afrontaban. De manera que la situación de amenaza y destrucción era real, terriblemente real.


Sus habitantes estaban espantados. Las tropas imperiales tardarían días en llegar para enfrentarse con los invasores y estos se estaban acercando rápida y peligrosamente de manera que la situación era desesperada. Luchar contra ellos era exponerse a una derrota segura, eran más y más fuertes que el pacífico pueblo por lo que no había otra solución que retirarse a las montañas a la espera que llegasen los soldados imperiales. Claro que eso suponía huir, lo que no gustaba al ego de los hombres del pueblo.


-Mejor morir con honor que vivir deshonrados – decían los jóvenes que ignoraban la crueldad de las tropas enemigas y decían no temer a la muerte.


-Mejor esconderse, renunciar a nuestros bienes, dejar que saqueen nuestras casas, pero seguir vivos.- Opinaban otros más prudentes.


Pero lo cierto es que hicieran lo que hicieran debían decidirlo rápidamente, no había tiempo para discutir. Si decidían luchar, debían luchar todos unidos para ser más fuertes, y si decidían retirarse y esconderse en las montañas debían hacerlo, también, todos también. Dividirse era perder seguro. Y en medio de tales discusiones, buscando una verdad superior, los hombres del pueblo se dirigieron a consultar a un tipo extraño que había en el poblado, llamado Bai Xin. Algunos lo consideraban sabio, otros un excéntrico, pero todos sabían que era diferente y lo que precisaban ahora era un enfoque distinto. De manera que fueron a su casa y le preguntaron:


- Rápido, Bai – Xin ¿Qué debemos hacer? Preguntaba la muchedumbre alterada.


Y Bai - Xin, sin inmutarse, casi sin mirarles a los ojos como si de una pregunta evidente se tratase, les dijo:


- Quienes se consideren más fuertes que el malvado bárbaro Zui Cha que se queden en el pueblo, quienes piensen que son más débiles que el general bárbaro, que se retiren a las montañas.


Y dicho esto Bai Xin se retiró hacia el interior de su hogar.


Estaba claro el consejo, todo el pueblo lo entendió, o mejor dicho, pensó haberlo entendido: tenían que huir del pueblo. Eso estaba claro ¿no? ¿Quién puede considerarse más fuerte que un general sanguinario apoyado por todo un ejército ávido de saqueo?


-¡Rápido!, a las montañas- gritó el alcalde de la villa.
Y así fue como en pocos minutos todos los habitantes partieron al monte dejando desierto el pueblo.


Horas más tarde, el ejército bárbaro de Zui Cha entró en el poblado. Pero se encontraron un pueblo totalmente vacío. Los soldados entraban en las casas para robar, matar y hacer esclavos, pero se encontraban que en estas no había nadie y los bienes que encontraban no eran de esos que gustaban saquear. El cruel invasor que buscaba la lucha, la sangre, la pelea, no tenía nadie con quien hacerlo. El pueblo estaba desierto, las casa vacías, no había nadie.


¿Nadie? No, al fondo, en la zona este se veía salir humo de una chimenea, alguien estaba ahí. De manera que el general Zui Cha y algunos de sus hombres se dirigieron hacia esa casa. La idea era abrir la puerta de una patada, pues seguro estaba bien cerrada para protegerse de aquellas tropas salvajes.


Pero cuando llegaron frente a la misma vieron que esta estaba simplemente entornada por lo que no hacía falta usar violencia alguna. El general se fijó que en la dovela de la entrada había escrito, en hermosas letras, las siguientes palabras:


> “Al sabio no le ataca el tigre porque no tiene donde hincarle los dientes, no le embiste el rinoceronte porque no tiene donde clavarle su cuerno”
-“aquí debe vivir un loco” pensó Zui Cha y entró en la vivienda.


Al fondo se encontró con Bai Xin haciendo un guiso de patatas y zanahorias cuya fragancia llenaba toda la cocina.
-“¡¿qué haces aquí?!” le gritó en tono amenazante el general


-“bueno, es que esta es mi casa y estoy haciendo algo para comer”-
respondió con toda la tranquilidad del mundo Bai Xin, lo cual enfureció a Zui Cha quien se acercó y en tono más amenazante, acercándose hasta pocos centímetros de la cara de su interlocutor le dijo lleno de rabia:


-“¿acaso no sabes quien soy?”-


- Supongo que sois el sanguinario general bárbaro Zui Cha - respondió Bai Xin con total tranquilidad sin más molestia que la cercanía de aquel rostro.



Entonces el general tomó por la camisa al sabio y le dio un gran empujón arrojándolo unos metros mientras gritaba rojo de ira:


-“Soy Zui Cha, el Fuerte” y tengo el poder sobre la vida y la muerte. Tus vecinos han hecho bien en huir de mí pues puedo quitarles la vida cuando lo desee”-


-“Ya”- respondió simplemente Bai Xin mientras se arreglaba la camisa y parecía más preocupado en adecentar su ropa que en las palabras del general, tanto que pronunció esa palabra sin mirar siquiera al rostro de Zui Cha.


Para el general ver que no causaba miedo era algo totalmente nuevo, por lo que otra vez se acercó al sabio y esta vez de manera más agresiva le agarró el cuello y le dijo:


-“¡¿no sabes que yo, al que me llaman “el Fuerte” puedo matarte con solo mover un dedo de mi mano? ¿no sabes que puedo arrancarte la piel a tiras o hacer lo que me de la gana contigo?!”-


-“si, lo sé.- respondió Bai Xin. Puedes matarme, colgarme y todo eso pero no eres suficientemente fuerte para hacer todo lo que quieras conmigo. No puedes hacer que te tenga miedo, por ejemplo. Morir está en mis planes, fue la decisión que adopté al encarnarme, pero tener miedo, eso si que no está en mis planes, y si yo decido no temerte, no tienes poder sobre mí para que te tema” –


Eso desconcertó totalmente a Zui Cha. Estaba acostumbrado a ser temido a imponer la muerte para ello, pero no podía hacer nada contra el sabio, no tenía donde hincarle el filo de su espada y su fama de hombre duro estaba rota pues no podía imponer el miedo a un simple hombre de pueblo desarmado.


Se dio cuenta de lo débil que era y que su fuerza en realidad no era real. Un sabio se lo había enseñado.


La cara de perplejidad de Zui Cha reflejaba esos pensamientos, esa sensación de sentirse derrotado por alguien que no había desenvainado la espada.


Y entonces fue como, ahora si, mirando a los ojos del general, Bai Xin le dijo:


-“las circunstancias cambian, la vida tiene un camino que no siempre entiendes pero si te das cuenta que todo depende de ti, entonces ni te alegrará la salida del sol ni te apenará su puesta, pero serás feliz durante todo el día. Ni siquiera la muerte tendrá poder sobre ti porque aprenderás que eres más que un cuerpo. Tampoco el entorno podrá dominarte porque tú te reconoces como ser único que te diriges a ti mismo.”-


Y así fue como el general, desconcertado, abandonó la casa de Bai Xin para reunirse con su ejército que había acampado en la plaza del pueblo.


Al acercarse hacia su tropa oyó a uno de sus hombres que gritó:


-“¡Gloria a Zui Cha, el vencedor, el temido!”, “¡Gloria a Zui Cha, el Fuerte!”
-“¡Cállate! Gritó el general enfurecido, para luego decir:
-“ A partir de ahora, quien vuelva a llamarme “Fuerte” será inmediatamente colgado del primer árbol”.


Ninguno de sus hombres entendió a que venia esa prohibición pero todos sabían como se las gastaba su general por lo que mejor no contravenirlo.


Seguidamente Zui cha dio la orden de abandonar el pueblo prohibiendo llevarse pillaje alguno.


Cuenta la leyenda que a partir de entonces Zui Cha decidió dejar la lucha armada, se cambió de nombre y se dedicó a enseñar por el imperio de Kachaturian la verdad que mientras tengas Fuerza interior no hay fuerza exterior capaz de someterte.


Claro que eso es sólo una leyenda, y todo depende de quien la oiga… o la lea.






Que la Fuerza te acompañe




Juan Pedro

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