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El mentalismo


Este principio nos dice que todo cuanto acontece es mental, vaya que todo lo que existe primero debe nacer en nuestra mente para poderse manifestar y que de idéntica manera todo aquello que está en nuestra mente acaba manifestándose en el Universo. Este principio está muy divulgado actualmente. Libros y películas como “el secreto” o “el método Silva” nos vienen a decir que creamos lo que pensamos y de allí la importancia de controlar nuestros pensamientos. Estos libros presentan la idea de manera tan simple que parece difícil entender porque la vida es muchas veces tan complicada y cuando se aplica este principio, que presentan como “piénsalo y aparecerá”, parece que la cosa no funciona. Por ejemplo: si pienso que soy rico... ¿por qué no tengo dinero?; si pienso que soy querido ¿por qué estoy solo? Y estas preguntas nos pasan continuamente llevándonos a pensar que eso que “creamos lo que pensamos” es solamente una frase bonita y poco mas, y que la vida es regida por circunstancias externas a nosotros y que somos receptores pasivos de las circunstancias (lo cual es totalmente falso).


Pues bien hay que matizar las cosas. En realidad SI que creamos lo que pensamos, lo que sucede es que nosotros confundimos razón o cerebro con la mente. Y lo que crea la realidad no es el cerebro, es la mente. Veamos unos ejemplos para distinguir cerebro de mente.


Cuando uno empieza a hablar un idioma extranjero lo hace traduciendo palabras. Intenta construir frases en la nueva lengua a partir de buscar en su cerebro la traducción que ha aprendido Cuando se tienen las palabras hay que ponerlas en el orden adecuado, para eso nos sirve la gramática, pero ay!, siempre hay excepciones que nos fastidian. En ese estado de aprendizaje del nuevo idioma estamos intentando hablar, pongamos por ejemplo el inglés, desde nuestra razón, desde nuestro cerebro es decir desde ese perfecto ordenador que llevamos incorporado a nuestro cuerpo. Cuando uno vive años en el país donde se habla ese idioma, o se ha estudiado mucho esa lengua, hay un momento en que las palabras salen solas, las estructuras no suenan extrañas y todo parece natural. Entonces estamos hablando desde nuestra mente.


Igual sucede en prácticamente todas las cosas. Cuando usted empieza a tocar el piano primero mira donde está la nota “do” y qué dedo debe ponerse encima para obtener ese sonido pero en un músico profesional parece que los dedos van solos a la nota que precisa la melodía.


Cuando empieza a conducir lo hace asi: “primero levanto el pie del acelerador, segundo piso el embrague, tercero pongo primera, cuarto quito el pie del embrague, quinto acelero hasta llegar a 30.000 revoluciones, sexto cambio de marcha ..” pero cuando se sabe conducir, cuando se hace con la mente, a menudo no sabe ni que marcha lleva, todo es automático.


Podríamos decir entonces que la mente es el pensamiento profundo de nuestro yo mientras que nuestra razón es el programa que tiene el cuerpo para funcionar. La mente es al Alma (yo verdadero) lo que el cerebro es al cuerpo (yo temporal de esta encarnación). Ambas pueden estar conectadas como en el caso del aprendizaje del idioma en que primero se traduce hasta que sea un conocimiento integrado en nosotros, o no. Y es en este segundo caso es donde tenemos el problema.


Por ejemplo yo puedo pensar y visualizar, siguiendo los consejos de esos libros citados, que una conduciré un Ferrari, pero ... ¿mi mente, es decir mi yo autentico, se cree que tendré el dinero suficiente para comprar un coche de esos?


Pues bien casos como este suceden muchísimo, de hecho es lo más normal, es decir pensar con la razón algo y que en nuestro interior eso no esté anclado, vaya que no esté en absoluto. Es decir decimos y pensamos cosas pero en el fondo no nos las creemos.


Nos gustaría poder controlar nuestra mente, que vendría a ser como la parte racional del Alma entendiendo por alma nuestro auténtico ser, pero ello no es tan simple. Cuando Jesucristo anduvo sobre las aguas lo hizo sin problema al creer que podía hacerlo, de ahí la famosa frase del Evangelio “si tuvierais la fe de un grano de mostaza le diríais a ese monte vete de aquí a otro sitio y os aseguro que se iría y que nada os sería imposible” (St. Mateo 17,20) Es decir lo que cree tu mente eso produce, pero repito quien crea es lo que está en la mente, no lo que nuestra voluntad puede poner en el cerebro. Usted puede decir y pensar (el cerebro se rige a voluntad) que caminará sobre las aguas pero si eso no lo cree la mente mejor no lo intente, pues se ahogara.


Llegados a este extremo surge la pregunta de qué hacer para conectar nuestro cerebro (mecanismo voluntario de nuestra vida) con nuestra mente que crea las circunstancias. Podría pensarse que siguiendo el ejemplo puesto para el caso del hablar inglés el tiempo lleva a hablar sin traducir, es decir a tener el idioma integrado en nosotros, en nuestra mente, y en consecuencia la repetición conduce de la razón del cerebro a la mente. Lamentablemente esto no es exactamente así. En realidad el tiempo no es mas que una necesidad de nuestro cerebro para guardar experiencias de la misma manera que una estantería es el lugar para guardar libros, pero lo importante no es donde se guardan sino qué se guarda. Todas las experiencias que se realizan fuera de nuestro cerebro, la más común son los sueños, es decir ajeno a nuestro control cerebral, son ajenas al tiempo. Si usted tiene un sueño en que por ejemplo vuela (sueño muy agradable) es imposible sepa en que momento del tiempo de sueño se produjo pues estaba usted fuera de la conciencia, del control del cerebro. Igualmente cuando duerme y se despierta a menudo no sabe si ha dormido 1 hora o 8 horas, sabe si se levanta descansado o no, pero ignora el tiempo transcurrido por una simple aunque confusa razón: que fuera del cerebro no hay tiempo. El tiempo es un “invento” de la razón, pero no es más que eso, en realidad el tiempo no existe como tal sin la aplicación racional, pero bueno, eso sería otra historia.


En consecuencia para entender este principio de “todo es mental” debemos ser capaces de comprender la estructura de nuestra mente, es decir que es lo que hemos puesto allí.


Por encima de los conceptos de bien / mal (se comentará ello en otro punto) nuestra mente es alimentada por: nuestras ideas cerebrales (es decir sí que hay una cierta conexión aunque no directa ni inmediata), nuestras existencias pasadas (si cree en la reencarnación y esas cosas) el entorno (lo que en sicología se llama el inconsciente colectivo), las fuerzas más allá de la realidad material humana y lo que se ha explicado en el punto “la astralidad”. Vamos a ocuparnos del punto primero pues es el más inmediato.


Hemos de ver como estamos alimentado a nuestra mente, es decir que pensamientos le estamos ofreciendo para que arraiguen. Vaya viene esto a ser como que clase de semillas (pensamientos) estamos poniendo en el campo (mente) para que crezca esa planta (realidad). Así el pensamiento positivo no trata tanto de pensar cosas “buenas” sino en darse cuenta de lo que es conviene y no conviene pensar, pues ello influye en nuestra mente.


Tenemos cientos de pensamientos limitativos y claro al plantarlos en la mente dan lugar a una creación limitativa. El hombre es un ser naturalmente “acomplejado” pues ha perdido su creencia de propia divinidad y en consecuencia crea una realidad limitada. Cada pensamiento limitativo, esos del tipo “ no puedo, no soy capaz, soy malo para esto...” se graba en nuestra mente y así efectivamente no podrá, no será capaz y será malo para aquello que especifica. Así que:


Punto 1º - Controle los pensamientos que emite


Ahora bien para que florezca una planta no basta con plantar la semilla hay que darle agua. En nuestro caso ese “agua” consistiría en la acción pasional. Ahora mezclamos las razones creadas por nuestro pensamiento con nuestros sentimientos.


Poniendo un ejemplo fácil si usted quiere hablar inglés entierre la idea de la dificultad de ese idioma, (es decir elija los pensamientos adecuados) véase a si mismo hablando con ingleses por Oxford Street, disfrute de eso y hasta sea anglófilo (emociones) Ahora tenemos:


Punto 2º - Ponga “pasión” en sus pensamientos


Y por último, aplicado a nuestro ejemplo, dedique esfuerzo al estudio (acción terrenal) Esto último vendría a ser como tomar físicamente la regadera para tirar agua por encima de donde hemos plantado las semillas. De modo que:


Punto 3º - Actúe


Muchos de los libros (“el secreto” entre ellos) se centran demasiado en los dos primeros puntos, pero si se olvida el de la acción. ... todo se queda en nada, es decir no arraigan en la mente y en consecuencia no se crea realidad. Este último punto puede parecer el más “cansado” pero cuando hay empuje de los otros dos, cuando realmente se tiene ganas de crear esa realidad, no lo es en absoluto.


Volvamos al ejemplo del Ferrari. Por más que yo elija los pensamientos adecuados para tener ese coche si mi deseo no es enorme el esfuerzo por conseguirlo me parecerá brutal y así echaré las culpas a otros, o al a vida, de no tener lo que quiero cuando el único responsable de no tenerlo soy yo, siempre yo, debido al fallo de una de esas tres condiciones para que arraigue la semilla en mi mente y cree esa realidad.


Una persona que por ejemplo es madre ha tenido que realizar un esfuerzo muchísimo mas grande para tener un hijo que el mío si yo si quisiera tener un Ferrari, pero su deseo le lleva a que ese esfuerzo le parezca “natural” y hasta no se de cuenta de todo el trabajo que ha hecho.


Para dar una fórmula matemática de lo explicado tendríamos:


Mente creadora = pensamiento adecuado + pasión + acción


Por otra parte muchos de nuestros deseos son comparativos. Por ejemplo el pensar “yo quiero ganar el torneo de tenis de Roland Garros” no puede tener cabida en la mente porque ganar significa ser mejor que otro y la mente, como representación de nuestra Alma, no precisa de comparaciones, en realidad es que ni las acepta. El pensamiento: “quiero jugar bien” o “quiero disfrutar jugando” sí que pueden anclarse en nuestra mente y en consecuencia crearse en nuestra realidad. En resumen, en los pensamientos de tipo comparativo (si uno gana otro pierde) el mecanismo de creer es crear no funciona. Igual pasa en todos aquellos pensamientos en que se precise la opinión de los demás de tipo:“quiero ser famoso o importante”.


Podría hablarse mucho más sobre los otros puntos citados que se han comentado influyen en la mente, pero bueno, los explicados ya nos pueden llevar lejos y por ser los más fáciles y cercanos es bueno ponerlos en práctica sin más dilación.


Que la Fuerza le acompañe,



Juan Pedro


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