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Qué es el hombre


La primera pregunta a plantearnos es qué somos en realidad los hombres. Es de vital importancia formularse esta cuestión, pues nos llevará a entender la finalidad de nuestras vidas. Por ejemplo, si vemos el largo cuello de una jirafa, aun cuando no hayamos visto nunca ninguna mientras come, podremos deducir que su finalidad en la vida es la de alimentarse de las altas hojas de los árboles; de la misma manera, cuando vemos a un hombre vestido con un mono azul y una llave inglesa en la mano, deducimos fácilmente que va a reparar algo. Es decir, que así por los “instrumentos” que o bien da la naturaleza o bien hace el hombre, se puede entender la función que se va a realizar, de la misma manera vamos ahora a analizar en profundidad qué es lo que compone al hombre, para a partir de esto ser capaces de definir su finalidad o lo que es lo mismo la razón de ser, de existir, en la tierra. Para este proceso vamos a ir desde lo más básico y simple hasta lo más complejo y espiritual, pero esto último no supone en absoluto dificultad alguna para llegar a la comprensión deseada.


Empecemos, pues, por lo más elemental: ¿qué es el hombre? Si no le damos muchas vueltas, a nivel básico y rudo podemos decir que somos simples pedazos de carne, es decir, somos materia. Somos un conjunto de átomos de carbono, agua, minerales y otros elementos químicos distribuidos de una manera determinada, que genera nuestra forma. La ciencia, que cree saberlo todo, podría definir el hombre a la perfección e indicarnos en qué proporciones estamos hechos. Somos carne, es decir un conjunto de átomos, de la misma manera que lo son las rocas y los minerales, eso es lo que somos. Ahora bien, en defensa de esta descripción tan baja y casi soez de lo que es el hombre, diremos que la disposición de esas moléculas es algo... extraordinario. Todas las formas minerales a las que podríamos compararnos en este plano elemental son fascinantes, pero la distribución de las partículas físicas que componen nuestros cuerpos son sin duda algo maravilloso. Antes de llegar siquiera al concepto de célula, vemos que quien planeó la idea de los hombres, animales y plantas, era un gran arquitecto y sabía bien lo que hacía: los átomos se agrupan en formas para originar simples células en las que empieza la vida, y este esquema de construcción es, por sí, maravilloso. Dicho de otra manera: somos materia y es por eso que ocupamos un lugar y un espacio y hasta es por eso que vivimos en una dimensión temporal . En resumen, nuestro cuerpo es materia y por lo tanto el hombre es un ser “denso” y precisamente ése es el nombre que vamos a darle al primer ladrillo del edificio que compone al ser humano. Por lo tanto tenemos:


Hombre = elemento



Sin embargo, es evidente que somos más que un simple conjunto molecular, pues en ese caso seríamos como las rocas y piedras. Precisamente la diferencia de nosotros con ese reino mineral, que también está compuesto de moléculas, es que nosotros tenemos algo más, tenemos eso que llamamos “vida”. Y si la estructura molecular comentada era fascinante, ahora con este nuevo añadido que es la “vida”, que hace que todos sus elementos se pongan en conexión y trabajen juntos, resulta ya algo imposible de definir. Cada vez que simplemente movemos uno de nuestros dedos para tocar las teclas del ordenador, la cantidad de elementos que intervienen en un proceso tan simple es innumerable. Estudiar medicina es en realidad estudiar una obra de arte extraordinaria. Párese por un momento a pensar en la maravilla que es su cuerpo y sin duda me dará la razón cuando hablamos aquí de lo fascinante que resulta ese cuerpo denso o material dotado ahora del soplo de la vida.


Vamos a poner ahora otro ladrillo más a ese edificio en construcción de nuestra definición de lo que es el hombre y dado que la característica de este nuevo añadido es la vida, démosle nombre de “cuerpo vital”. Por consiguiente ahora tenemos:


Hombre =


elemento



Ahora bien, la pregunta a formularse en estos momentos (todo el libro pretende responder a preguntas de carácter lógico que se formularía usted) es por qué colocar este cuerpo nuevo encima del cuerpo denso o material, ¿por qué no ponerlo simplemente al lado? De hecho lo que estamos haciendo es construir el cuerpo del hombre en su totalidad por “pisos” y cada uno de ellos, posteriormente, nos dirá algo sobre su función, pero hay algo más que decir al respecto: la vida es lo más importante que tenemos, sin esta característica no somos nada, de modo que si tiene mayor importancia, es normal que lo situemos encima del cuerpo material; el hombre, sin ese cuerpo de vida, sólo sería un bulto que ocupa espacio, y si el hombre es algo, sin duda es por esa capacidad nueva que le otorga llevar el “traje” de la vida.


Hay más preguntas a formularse: ¿qué indica esa raya que une los dos círculos donde se definen esos dos cuerpos que nos constituyen? Pues bien nos está definiendo la relación que existe entre nuestra vida y la disposición de la materia de la que estamos formados. Para entender esto bien, es mejor retroceder un poco. El cuerpo material queda claro lo que es, sobre el cuerpo vital, decir que es la vida es decir mucho y definir poco. Como el concepto vida es muy amplio, basta con que pensemos en todos los fenómenos fisiológicos que supone, así como en todos los actos instintivos que la acompañan. Entonces tenemos una relación entre nuestra materia y el impulso que produce, y a su vez tenemos la misma relación entre el cuerpo vital y el cuerpo material en que éste se apoya. Pongamos un ejemplo: basándonos en la idea del instinto de comer, un animal o ser humano cuya forma física sea muy grande tenderá a alimentarse mucho para mantener esa forma densa y a su vez el instinto de alimentarse hará que su masa material crezca.


A menudo, y dado la gran relación que tienen estos dos cuerpos, puede parecernos que sean uno solo, pero es mejor tener presente la dualidad de que el hombre a nivel puramente “animal” es una materia dotada de vida, y eso es conveniente para ser capaces de entender dos fenómenos de los que más tarde se hablará: se trata del sueño y de la muerte, pero todo llegará a su debido tiempo.


Llegado a este punto, debemos hacer una aclaración importante: a la naturaleza le encanta la originalidad, no hay dos formas dispuestas de igual manera, ni siquiera en el reino que “sólo” es materia, como es el caso de los minerales (las comillas que se han puesto en la palabra sólo se deben a que en realidad todo, incluso los minerales, son representantes de una Forma Espiritual, pero ello no es el tema del presente trabajo). Nadie es igual a nadie en su cuerpo material ni en su cuerpo vital, y lo que se está haciendo ahora es intentar generalizar los componentes que forman al hombre, pero no olvidemos que ni en estos ni en los otros cuerpos que se definirán, no hay dos seres con una misma identidad.


Ahora bien, hay más. El hombre no sólo es una masa de carne viva, el hombre tiene algo de lo que se siente muy orgulloso y proclama incluso, de manera equivocada, que es el único ser que posee: nos estamos refiriendo a la razón. El hombre se llama a sí mismo animal racional. Y claro, si esa es la condición que decimos nos define, no podemos olvidarla para nuestra construcción de entender lo que somos, de modo que vamos a poner un ladrillo más en el edificio humano.


Ahora tenemos:


Hombre =


elemento


Bajo esta idea de cuerpo mental queremos recoger todos los procesos racionales. El porqué lo colocamos encima de los otros es evidente: gracias a la razón, nosotros controlamos nuestra vida, de manera que merece una posición superior. Decir esto significa que la mente controla nuestro instinto y los seres que nos llamamos civilizados nos caracterizamos precisamente por eso. Si no existiera la dirección racional en nuestras vidas seríamos como animales salvajes que tan sólo buscan colmar sus instintos, pero los hombres tenemos una mente rectora de nuestra vida y en función de eso es, o debería ser, soberana de los otros cuerpos.


Ahora nos encontramos con que de nuevo hemos puesto esa raya de conexión. Eso se debe a que entre los cuerpos existen conexiones importantes. En función de las necesidades de nuestra vida y para mantener el cuerpo material de lo que somos, pensamos de una determinada manera y en función de lo que pensamos tenemos un tipo de vida determinada y hasta una estructura física concreta. Vamos con ejemplos para dejar las cosas más claras. Supongamos una persona que sea vegetariana, es decir que se rija por el principio mental de solamente comer vegetales; desde luego eso hará que su nivel energético de vida, su forma de afrontar las situaciones de manera natural, es decir su instinto propio, sea particular. Asimismo, su cuerpo físico, a base de comer sólo lechugas y tomates, también se verá alterado, de manera que el pensamiento mental acaba afectando a los cuerpos vital y material. Análogamente podríamos ver el caso contrario, por ejemplo en cómo los pensamientos son influidos por los instintos ubicados dentro del cuerpo vital. La psicología, que precisamente trata sobre ese cuerpo mental, nos dice que los humanos llegamos a modificar nuestros pensamientos en función de nuestros instintos irrefrenables más básicos, y de hecho la evolución de la moralidad privada de cada uno se debe en muchos casos a esto. Es decir, y resumiendo, existen conexiones entre esos cuerpos. Ahora sólo queda formularnos otra pregunta: ¿por qué se ha puesto arriba y a la izquierda? Eso se responde en el siguiente párrafo.


El hombre tiene algo diferente a la materia, al instinto y al pensamiento, me refiero a que posee emociones y sentimientos. De hecho, lo que sentimos nos condiciona tanto o más la vida que lo que pensamos o instintivamente somos. Aparece pues en escena un nuevo cuerpo: el cuerpo emocional. De manera que tenemos:


Hombre =


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Gran parte de nuestras acciones son debidas al dictado de nuestro nuevo cuerpo emocional sin que seamos capaces de someter las mismas al dictado de la razón. El filósofo racionalista Pascal dijo eso de “el corazón tiene razones que la razón no entiende” y es bien cierto. Si Pascal hubiera conocido el esquema de cuerpos facilitado, quizá nos hubiera dicho: “el cuerpo emocional no está sometido al cuerpo mental”, en consecuencia, y debido a esa independencia, no podemos situarlo por debajo, pero tampoco por encima del cuerpo mental, de manera que lo situamos al mismo nivel.


De nuevo tenemos las rayitas para reflejarnos las conexiones entre todos esos cuerpos. Como ejemplo de ellas imagínese un problema en el cuerpo emocional, por ejemplo un desamor. Evidentemente, la persona que sufra esta circunstancia, tendrá un tono vital bajo (es decir se ve afectado su cuerpo vital), perderá peso (influencia en el cuerpo material) y sin duda no se concentrará ni tendrá las ideas claras (señal de que el cuerpo mental ha sido “tocado”). Por otra parte, si pensamos en el caso contrario veremos cómo la mejoría en el cuerpo emocional llevará a mejoras en los niveles de los otros cuerpos, es decir que existirá de nuevo una influencia recíproca entre ellos. Pero sobre esto ya se ha hablado bastante y se ha dejado claro la interconexión existente.


Cuando tengamos un problema en nuestra vida, todos los cuerpos se verán afectados por causa de esas relaciones pero habrá sin duda uno que será el epicentro del problema y es allí hacia donde nos hemos de dirigir. La ciencia médica se centra solamente en tratar el cuerpo físico o material y por eso sus resultados a menudo no son todo lo satisfactorios que la persona desearía, aunque a nivel externo, por los resultados conseguidos sobre el cuerpo material, de la impresión de que se ha logrado solucionar el problema. Por ejemplo, si un médico combate la acidez de estómago con bicarbonato, sin duda reducirá el dolor, pero a la larga, si la dolencia es provocada por un desorden emotivo, si éste no se arregla, su manifestación en forma de dolor en el cuerpo se producirá de otra manera, y ya que lo que “pretende” el dolor es informar de que algo va mal, ahora, ya que no se le ha “escuchado” cuando presentó “su denuncia” en forma de acidez, será su aviso más fuerte que antes. La ciencia puede creerse que ha triunfado y que el actual problema es otro nuevo, pero por lo general están siempre conectados. Es decir, si la medicina sigue aplicando fármacos conseguirá calmar momentáneamente el dolor, lo cual es muy agradable para quien lo está pasando mal, pero si no se soluciona la causa del problema, las complicaciones se repetirán de forma más intensa y de otra manera.


La psicología pretende, desde su razón, arreglar la vida de las personas, olvidando en muchas ocasiones que frente al cuerpo mental está un cuerpo emotivo al mismo nivel y que por mucho que los planteamientos mentales sean brillantes, no tienen por qué ser escuchados. La idea del “piense como quiere sentirse y así se sentirá” o del “como un hombre piensa, así se siente”, son brillantes siempre que se puedan leer con frialdad y lejos del problema, pero cuando el mismo está presente no resulta posible el pensar para cambiar el sentir.


De todo esto y a efectos prácticos debe quedarnos claro que una situación problemática que pase en nuestra vida se reflejará en la totalidad de nuestra persona, es decir que en todos los cuerpos citados, sin embargo hay uno que es más responsable que los otros, de manera que intentemos averiguar cuál es y actuemos sobre éste y no sobre sus reflejos, como normalmente hacemos todos los humanos, pues solemos centrarnos en buscar la solución allí donde nos es más fácil actuar aun cuando no sea ése exactamente el punto originario del problema. La medicina standard que normalmente trata del cuerpo físico basa su gran éxito precisamente en que nos parece más fácil tratar con ese cuerpo que con los otros. Así es más simple tomar una pastilla para superar una depresión que tomarse la molestia de enfrentarse a ver y solucionar el problema emotivo que la ha creado. El auge actual de las medicinas holísticas se basa precisamente en que éstas miran, o deberían mirar, la totalidad de los integrantes del hombre y no sólo el aspecto material.


Esos cuatro cuerpos citados configuran lo que somos y todos estaremos de acuerdo en reconocer al hombre como ser material, dotado de vida, con pensamientos y emociones. A esa unidad resultante vamos a darle un nombre, nos referiremos a ella como el “yo” (en minúsculas).


Ahora bien, hay algo más. Si recordamos en otros tiempos no muy lejanos (aunque por la evolución de nuestra civilización el tiempo de una vida parece ahora una eternidad), cuando la ortodoxia católica quería definir al hombre decía que éste era un ser compuesto de cuerpo y Alma. Pues bien, tenemos ahora otro cuerpo, el cuerpo anímico que también es parte, y vaya parte, de lo que somos. El Alma es quien se ocupa de dar coherencia a nuestro existir y es sin duda lo que más define al hombre, es la puerta espiritual de lo que somos y en consecuencia está por encima de todo lo que hasta ahora hemos dicho. De modo que podemos situarla encima de los demás cuerpos resultando el esquema como sigue:


Hombre =


elemento


Decir tan sólo que el Alma es la que da sentido a nuestro ser, no es decir mucho, de modo que es preciso definirla un poco. Así, de la misma manera que hemos identificado al cuerpo mental con los pensamientos, al emocional con los sentimientos, al vital con la vida y el instinto y al cuerpo denso con la materia de la que estamos hechos, ahora hay que hacer lo mismo con el Alma. Pero esto es algo más difícil. Intentar expresar qué es el Alma mediante la escritura supone usar tan sólo la razón y nada más que la razón. Si pudiéramos hablar, tal vez podría sentirse la fuerza emotiva de todo lo que queremos expresar, pero por más que esa fuerza intente estar a lo largo de todo este escrito y por más que en ciertos momentos mis emociones me hayan llevado a presionar con más fuerza el teclado, el resultado que llega a las páginas impresas, es totalmente racional. Estamos intentando definir la totalidad por una de sus partes, lo que viene a ser como querer entender un árbol mirando tan solo una de sus hojas. Aunque por otra parte, hemos de decir que para identificar y conocer los árboles, el estudiar cómo son sus hojas nos ayuda mucho, de manera que sí que podemos sacar alguna utilidad al intentar explicar con palabras lo que es el Alma, si bien será siempre una aproximación a su totalidad.


En el concepto de Alma se englobaría todo aquello que nos hace “valiosos” como seres, es decir todo lo que hace que nuestra existencia valga la pena, tanto para nosotros mismos como para el resto de seres que pueblan la tierra, o dicho en otras palabras: nuestra contribución para hacer un mundo mejor. ¿Y qué es lo que nos da valor a nuestras vidas? Pues el grado de Amor (en mayúscula) que somos capaces de desarrollar. Si el Alma es la puerta a la Espiritualidad, el Amor viene a ser su carnet de identidad. El concepto Amor es complejo, pues a menudo se confunde con su homónimo, que vive en el cuerpo emotivo. Nos estamos refiriendo al hablar del Amor del Alma al Amor Incondicional, que en realidad es el único con derecho a llevar tal nombre, y no al amor que se forma en el “yo”, al que podríamos llamar amor egoísta. La palabra egoísta está cargada de un significado peyorativo y parece algo malo, pero en realidad lo único que define esa palabra es toda actuación de ese “yo” del que hemos hablado antes cuando se separa de la dependencia que tiene o debería tener del Alma con la que está conectado.


Vamos a poner unos ejemplos para dejar claro la diferencia entre el Amor del Alma y el emotivo del “yo” o ego (a menudo se emplea este nombre en muchos libros). Si tiene la suerte de tener hijos, y si es, cosa que no dudo, un buen padre / madre, y en consecuencia quiere a sus hijos, los querrá siempre con independencia de lo que hagan. Puede ser que realicen actos que no le gusten, puede que roben, maten, sean terroristas, asesinos o lo que más rabia le dé, pero por el hecho de no estar de acuerdo con sus actuaciones no dejará de quererlos. Una madre o un padre quiere a sus hijos pase lo que pase, en ellos el Amor es Incondicional, querrán a sus hijos siempre, más allá de las actuaciones que estos hagan. Un caso muy corriente de Amor Incondicional es el que nos brindan los animales domésticos. Si tiene la suerte de tener un perro o gato y para él es su dueño (aunque en realidad son ellos los que eligen a su dueños y no los dueños a sus animales), él le querrá por más ingrato que sea, por más mal que se porte, por más que le olvide, su capacidad de perdonarle es muy superior a la media de los humanos. Precisamente el éxito que tienen los perros y gatos en nuestra sociedad tecnificada es precisamente que en ellos sí se puede confiar, su Amor es Incondicional cosa que no pasa, desgraciadamente, con las personas.


Si de nuevo tiene usted la suerte de tener una pareja, sin duda habrá amor con ésta, pero posiblemente sea de otro tipo. Querrá mucho a su marido pero..., ¿le querrá lo mismo si se entera de que tiene un lío con la secretaria?, querrá mucho a su mujer pero..., ¿ la querrá igual si sabe que se lo monta con el butanero? Es decir, que el amor a nivel del ego, del “yo”, pone condiciones mientras que cuando es a nivel de Alma éstas no existen. El Ser más grande que ha existido en la tierra, Jesucristo, no se cansaba en todos sus actos de vida, y en palabra, de predicar el Amor Incondicional, el Amor desde el Alma y eso es lo que deberíamos vivir todos, entonces la tierra sería perfecta. Pero todo llegará.


El hecho de que hayamos colocado el Alma como rectora de todos los otros cuerpos supone, naturalmente, que el Alma debe regir al ego, pero ¿es así siempre? Desde luego que no, pero es que algo similar ocurre en los otros cuerpos. Así se ha dibujado el cuerpo mental y emotivo por encima del vital, en consecuencia deberían aquellos regir a éste, pero no siempre es así. Tomemos el caso de una adicción: quien fuma sabe que fumar es malo, pero le gusta a su cuerpo vital y pasa totalmente de escuchar a su “superior”, y ejemplos de rebeldía de esta naturaleza los podríamos ver en todos los vicios. El que nuestros cuerpos no respeten la jerarquía es una de las causas más comunes del caos de nuestras vidas. Usted puede ser plenamente conciente de que su proceder en un asunto determinado no es el correcto y que le ocasiona graves perjuicios, pero aún así, a pesar de saberlo, es incapaz de dominarse y la consecuencia final es o bien la autodestrucción en los casos más graves, o bien la infelicidad en la mayor parte de los casos. Piense en un drogadicto, alcohólico, mujeriego o ninfómana, para ver las consecuencias que tiene que el cuerpo vital tome el mando frente al mental o emocional.


Pero es que hay más. El ego, esa suma de los cuatro cuerpos inferiores, debería someterse a lo que el Alma le dictase, pero a menudo esto no es así y la sublevación del ego o yo hace que el Alma se oculte. Precisamente el libre albedrío del que dispone el ser humano consiste en la posibilidad de seguir o no seguir los dictados anímicos. Y si ya hemos ejemplificado lo que sucede cuando hay revolución en los cuerpos inferiores, ahora el tema es todavía más grave, pues alejarnos de nuestra Alma supone alejarnos de nuestro auténtico Espíritu Divino. Vamos a ver con un ejemplo cuándo actuamos de acuerdo con los dictados de nuestra Alma o cuándo lo hacemos con los de nuestro ego.


Supongamos que debido a un naufragio acaba en una isla desierta. Tan sólo hay dos supervivientes, usted y otro hombre bajo, delgado, enclenque, físicamente mucho más débil que usted y a quien no le une relación amistosa o emotiva de ningún tipo. Tras dar una vuelta por la isla ve que no hay animales que cazar y que debido a una extraña enfermedad los árboles, tras dar sus frutos, se han secado; es decir, que los recursos para que ambos sobrevivan son limitados. Si no tuviera usted conciencia, es decir, si no escuchase a su Alma, lo más normal para que usted viviese más tiempo a la espera de que alguien le rescatase, sería matar a su debilucho compañero y así tener más alimento, eso es lo que haría el ego por su cuenta, pero probablemente usted no actuaría así ¿verdad?


Podemos decir que el ego es capaz de sacrificar todo para el bien de su propia individualidad (mata a su compañero) mientras que el Alma es capaz de sacrificar la individualidad para el bien del todo. Resulta así claro que el egoísmo es debido a que el ego toma el mando de nosotros, mientras que los actos de altruismo, de Amor, de entrega a los demás, son manifestación de que es el Alma la que está actuando.


El ejemplo está tomado por los pelos, pero esperamos sea útil para definir cuándo se actúa desde el ego y cuándo se hace realmente desde el Alma. Hay, sin embargo, otra indicación más clara para saber si nuestro soberano es el ego o es nuestra Alma. De hecho en la mayor parte de los seres humanos se produce una alternancia entre ambos y no un dominio permanente de uno sobre el otro; así, por ejemplo, el más egoísta de los hombres puede tener un Amor incondicional hacia sus hijos, como se ve en esas películas de mafiosos que asesinan sin piedad y en la vida privada son amantísimos padres.


Lo que distingue claramente la actuación desde el “yo” o desde el Alma es la existencia de dualidad o unicidad. Nosotros, los hombres de nuestra época, hemos crecido creyendo que todo es dual, bien-mal, blanco- negro, alto-bajo y que para que exista algo es preciso poder entender su contrario, pero esto no es exactamente así. Es cierta la dualidad cuando actuamos desde esa tercera dimensión que supone el “yo”, el ego compuesto de los cuatro cuerpos inferiores, pero no cuando se ve lo mismo desde la dimensión del Alma. Tomando de nuevo el ejemplo anterior, cuando pensamos si debemos matar o no a nuestro compañero para tener más víveres, estamos actuando desde el “yo”, mientras que si lo hacemos desde el Alma, el principio de “ NO MATARÁS” no admite contrario. La conciencia de cada uno de nosotros que impide esa dualidad es patrimonio total del Alma y es un claro indicador de que la actuación que estamos llevando a cabo proviene de la misma.


El Alma debe ser soberana de nosotros y si así ocurriera en todas las facetas de nuestra vida estaríamos en armonía interna, ejecutaríamos siempre la voluntad divina de la que el Alma es exponente y seríamos plenamente felices. Podríamos decir “viva usted desde su Alma y todo le irá bien” o dicho en palabras de Jesucristo: “Buscad primero el reino de Dios y sus santas obras y todo eso se os dará por añadidura” (San Mateo 6, 33–34), pero esto no es tan fácil. Si los hombres tenemos dificultad para dejar el tabaco, cuando sabemos que es malo, y cuando en las cajas pone “fumar puede matar”, bastante más nos costará ser capaces de regir nuestra vida desde el Alma aunque en eso radique nuestra felicidad. De manera que como el decirlo no es suficiente, hay que seguir con el tema para que a través de indicaciones más simples seamos capaces de hacerlo. Se ha dicho que el Alma es reflejo del Espíritu Divino, es decir que en el Alma no acaba nuestra realidad, sino que hay algo más allá de la misma que la configura. Podemos completar ya el esquema de lo que es el hombre con una adición más: el Espíritu.


Es en este Espíritu donde se esconde la Semilla Divina de la que nos habla la Biblia al decir que “Dios creó al hombre a su imagen y semejanza”. Así que tenemos ahora el siguiente esquema: Hombre =


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Hablar de la conexión entre Espíritu y Divinidad, aparte de resultar complicado, precisa conocimientos previos y poco aportaría a los efectos prácticos que estamos buscando. Además, mientras que los cuerpos que componen al hombre todos podemos conocerlos, es decir todos podemos notar que tenemos vida, emociones, pensamientos, y algún tipo de Amor incondicional, las vivencias del Espíritu no son inmediatas, serían más bien dones otorgados por la propia Divinidad previo trabajo intensivo por nuestra parte. Bástenos retener el esquema dado de los cuerpos del hombre para a partir de aquí supeditarnos al Alma, llamada también Cuerpo Superior o Yo Superior en contraposición con la idea de ego o yo inferior. A lo largo de los capítulos siguientes se utilizarán estos términos como sinónimos.


Hasta aquí hemos descrito la estructura del hombre, en el próximo capítulo veremos por qué somos así y por qué estamos en este mundo.


Extraido del llibro “Espiritualidad Práctica”, del autor de esta web, que puede descargar gratuitamente

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