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Posesiones, contaminación y pureza



En el artículo anterior vimos en que consiste los diferentes grados de contaminaciones, llegando al caso extremo de las posesiones, que puede llevar consigo el ser humano. Pero ahora, si queremos ser prácticos para llegar a eliminar las impurezas, hemos de ir más allá y hemos de analizar como se han producido y como han entrado en nosotros.


Pues bien, lo primero que hay que mencionar es que esos componentes contaminantes, incluyendo las influencias diabólicas en casos de vicios extremos, entran en nuestra vida de la misma manera que entra todo: es decir, entran porque nosotros les abrimos la puerta de nuestro ser.


Y claro dicho esto uno de pregunta ¿y porque íbamos a abrirnos a algo que nos daña? Y esa es la primera cuestión a formularse.


Detrás de cada contaminación de nuestro ser, hay algo mas fuerte que lo justifica. Vayamos a un caso grave para luego bajar a casos más corrientes. Todos estaremos de acuerdo que quien bebe lo hace por muchas causas, que ese vicio es solo el reflejo de otras cosas que son el origen y la causa de la adicción a la bebida. Pues precisamente ahí es donde hemos de enfocarnos para resolver el problema, en los principios que ocasionan lo que se manifiesta como dañino. Es el borracho, al tener en sí esos principios, quien abre la puerta para que entre la entidad destructiva.


Vayamos a otro caso mas común: el caso del fumador, es decir alguien que no es libre, que precisa fumar, sabiendo que es algo malo para su salud, pero sencillamente no lo puede remediar. Vayamos a ver la causa profunda de la adicción al tabaquismo que nos explica en su libro “la enfermedad como camino” los doctores en medicina THORWALD DETHLEFSEN y RÜDIGER DAHLKE.


El hábito de fumar está relacionado con las vías respiratorias y los pulmones. Recordemos que la respiración tiene que ver sobre todo con la comunicación, el contacto y la libertad. Fumar es el intento de estimular y satisfacer este afán. El cigarrillo es el sucedáneo de la auténtica comunicación y la auténtica libertad. La publicidad de los cigarrillos apunta deliberadamente a estos deseos de las personas: la libertad del cow–boy, la superación de alegre compañía: todos estos deseos relacionados con el Yo se satisfacen con un cigarrillo. Uno hace kilómetros, ¿para qué? Quizá por una mujer, por un amigo, por la libertad..., o uno sustituye todos estos nobles fines por un cigarrillo, y el humo del tabaco borra los verdaderos objetivos.


Es decir que hay una razón, un origen el hecho del fumar, que en estas líneas se explica y es precisamente la búsqueda de la libertad. De manera inconsciente por supuesto la razón origen es la falta de libertad. Y ahora hay que ir un poco más lejos ¿Por qué nos falta libertad? Porque somos cobardes, y ese es el origen del problema.


En este caso, y por favor tómelo como ejemplo y no como algo absoluto, es la cobardía la que abre la puerta de nuestro ser a una entidad destructiva como es la adicción al tabaco, y hasta que no lleguemos a la causa original el resto de satanes que podamos encontrar en nosotros (ver el artículo anterior ) no serán solucionados.


Ahora bien, ¿como darnos cuenta del origen de nuestras impurezas? Evidentemente no puede haber un manual que cite las causas originarias de nuestras contaminaciones y es labor de cada uno el descubrirlo. Pero sí podemos dar una recomendación al respecto. Cuando uno descubre la causa original, esta … … duele, y cuanto mas moralmente le duela, mas cerca está de descubrir el origen del mal.


Si un fumador no puede dejar esa entidad que lleva dentro y le fuerza a fumar contra su razón que entiende es malo para su salud, pues evidentemente no le importará que alguien diga que es fumador, ya que se reconoce como tal. Pero si piensa que la razón por la que fuma es por la búsqueda de una libertad que no tiene por su cobardía en ser el mismo, eso es mucho mas duro. Uno mismo acepta ser fumador pero le duele recocer para si mismo que es un cobarde.


Entonces la pista que podemos dar es que cuanto mas le duela la búsqueda, mas certero es el encuentro de la causa de sus males.


Pero que quede claro, no queremos decir que solo que hay que combatir las causas originarias para que desaparezcan los efectos, no. Hay que combatir los dos extremos pues en realidad se retroalimentan. La causa produce el efecto y el efecto aumenta la fuerza de la causa. Eso si, quien destruye su vida, es el efecto. Por ejemplo quien produce el cáncer de pulmón es el tabaco no la falta de libertad. Pero como la persona que quiere dejar el tabaco no cambie de alguna manera sus hábitos mentales y de comportamiento, aparecerá otra entidad contaminante que refleje el origen del problema.


Por ejemplo, si quien quiere dejar una adicción lo hace sin cambiar su interior, esa adicción será sustituida por otra, quizá incluso peor. Porque lo que hay que cambiar es el interior de la persona y no solo el efecto que refleja ese interior. No se trata solo de “echar demonios” se trata de “cerrar las puertas” para que no entren.


Por otra parte hay un proceso de debilitamiento de la persona cuando está contaminado, y cada vez es más fácil que otras entidades destructivas entren en él.


En los casos extremos esto se ve en como la persona con una adicción cada vez va cayendo mas profundamente en otros vicios. Por ejemplo se empieza por fumar marihuana, luego se esnifa coca, luego hay adicción al sexo y prostitución etc. Es como si los demonios no fueran solos y aquel a quien consiguen conquistar es terreno para nuevas entidades destructivas. Es por ello tan necesario, cuando el problema es pequeño solucionarlo porque cuando crezca será casi imposible hacerlo.


Hay una frase en el Evangelio que si se sabe interpretar habla de esto. Así tenemos en LUCAS 11 24,26 que dice:


Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. 25 Y cuando llega, la halla barrida y adornada. 26 Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.


Esto sería para casos extremos, veamos casos mas comunes.


Las personas piensan que tienen muchos problemas, en el trabajo, en la familia, en las relaciones etc, pero por lo general “sólo” tienen UN problema que se manifiesta en diferentes áreas de la vida, pero el problema es UNO.


Precisamente si somos capaces de dar con la causa origen mencionada, en nuestro ejemplo el MIEDO, y lo identificamos y actuamos en la dirección contraria hacia donde eso nos lleva, habremos erradicado el Satán (1) (véase artículo anterior ) de nuestra vida.


Claro que esto no es más fácil de decir que de hacer.


En primer lugar porque evidentemente la entidad, sea la que sea, de la persona, no va a quedarse de brazos cruzados y lo primero que va a hacer es intentar, desde un plano mental, negar las relaciones que establezca usted para desenmascararla. Algo en usted va a decir cuando investigue “esto no tiene nada que ver con …” y ese “con …” es la primera idea que le vino como raíz de su estado contaminado. Es decir la primera defensa de la entidad dañina es siempre la negación. Repito: cuando mas le “duela” lo que ha descubierto, de las razones por las cuales le pasa esto o aquello, mas cerca está de reconocer lo que le frena y contamina.


Le queda a la entidad maligna un último recurso: la soledad. Pongamos casos extremos: el alcoholico que deja de beber o el drogadicto que abandona la heroína, al principio lo pasan muy mal ¿Por qué? Porque antes estaban “acompañados” y ahora se encuentran solos. Poniendo el ejemplo del coche explicado en el artículo anterior, antes en el coche iban dos entidades el ser humano y la entidad maligna, cuando se abandona el vicio se queda uno solo y eso genera en el ser humano pavor, miedo al vacío. Antes se iba acompañado por un monstruo, ahora se está solo y aunque uno sabe racionalmente que mejor estar solo que mal acompañado el miedo a la soledad de no tener el demoniaco acompañante produce dolor a nivel físico, tanto que a menudo se prefiere volver a caer en el vicio que mantener el estado de ansiedad o síndrome de abstinencia.


Y ello sucede en todo lo que queremos abandonar. Nos cuesta dejarlo, y a nivel físico a corto plazo parece peor el remedio que la enfermedad. Por eso, por mucho que queremos abandonar algo que sabemos es negativo, no podemos hacerlo.


Frente a ello no queda mas que recordar el proverbio chino que dice:


“si te caes siete veces, … ,,, levántate ocho”


Por ultimo cuando haya establecido aquello a lo que debe enfrentarse, a su Satán (1), recuerde lo que se comentó en el artículo anterior, solo que ahora cambiando una frase:



Quien intenta negociar con su satán, sucumbe a él (1)



No nos queda más que ... ... ponernos en marcha




Que la Fuerza le acompañe,



Juan Pedro


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