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Sexualidad


El ser humano es, por naturaleza, incompleto. El todo (representado aquí por el círculo) precisa de una parte yin y otra yang; lo activo y lo pasivo; lo masculino y femenino; el hombre y la mujer.


Así los humanos buscamos la otra mitad que nos falta para ser completos. A nivel corporal esa integración se produce en el coito, o mejor dicho, en el orgasmo en donde alcanzamos un estado perfecto de unión. Es este un estado de felicidad total, pero tiene un importante problema: dura poco. Pero lo importante es quedarnos ahora con la idea que cuando se unen los dos polos opuestos alcanzamos un estado de felicidad.


La pregunta ahora a formularnos es como se puede alargar esa sensación en el tiempo. Pues haciendo que esa unión no sea a nivel simplemente corporal, pues al estar el cuerpo en la dimensión tiempo, siempre tendrá una duración limitada. Cuando la unión de los dos polos se realice a nivel interno, entonces seremos felices más allá del tiempo pues seremos seres completos. Toda la espiritualidad se basa en esa idea, pasar de la dualidad a la unidad. El yoga, que podría traducirse por yugo, es el arte de unir la dualidad, de la misma manera que el yugo une a los dos bueyes haciendo que empujen el mismo carro.


Y en realidad todos los problemas de los hombres, en la tierra, se deben a la falta de integración de los dos polos en uno, haciendo que prevalezca uno sobre el otro sin ver que ambos son necesarios para llegar a algo más importante.


Los problemas de la menstruación en la mujer son debidos a no aceptar su carácter yin, su feminidad, entiendo por esta los valores que aporta tales como son: la abnegación, la entrega, la ductilidad, la capacidad de sacrificio etc. Con ello no se quiere decir que la mujer deba ser sumisa, pues sumisión es sinónimo de debilidad y hay que ser muy fuerte para ser abnegada, por ejemplo. La sociedad ha puesto carga moral a valores neutros y así ser activo parece mejor que ser pasivo cuando ambos extremos son precisos para que algo funcione, de la misma manera que un coche precisa buena aceleración pero también buenos frenos. La mujer es yin y el no actuar de yin, a nivel de pensamiento, trae problemas al cuerpo en el campo de la sexualidad. Así a quien le “duele” ser mujer, le duele la menstruación. La solución a estos problemas es evidente: reconciliarse con la condición sexual.


Sobre los problemas que tienen las embarazadas estos se deben, habitualmente, a un cierto rechazo al niño. Y es que junto a alegría del bebe que se espera hay, en ciertas circunstancias, miedos a la nueva situación que se va a vivir. Si de esta situación no se es consciente la idea del rechazo pasa al cuerpo (vómitos, pérdidas...)


En cuanto a los niños hipermaduros, que suelen nacer por cesárea, ello indica un deseo por parte de la madre de retener en su seno al pequeño. El alargar más el tiempo de gestación indica resistencia a la separación.


Frigidez e impotencia.


Detrás de todo trastorno sexual, está el miedo. Todos los estados de éxtasis, desde espirituales al orgasmo, generan fascinación y temor, pues en ambos casos suponen una pérdida del control de la persona.


Se nos ha enseñado a tener autodominio, pero eso no supone otra cosa que reprimirnos y tarde o temprano, de una u otra manera, eso saldrá a la superficie y nos veremos obligados a gastar energía para continuar reprimiendo lo que no queremos aceptar que tenemos en la sombra.


El éxtasis sexual, el orgasmo, es la renuncia al Yo, es renunciar a uno de esos polos en que estamos identificados para llegar a una unidad superior. Cuanto más autodominio queramos tener en nuestra vida, cuando más quiera ese Yo controlar, más problemas tendremos en alcanzar el orgasmo.


Así de todos es sabido que cuanto más queremos forzar el orgasmo menos se consigue este. Mientras que el Yo desee algo es imposible alcanzar el orgasmo, y lo mismo puede decirse de otros campos. Así el desear dormir produce insomnio, el desear la iluminación impide alcanzarla. Porque esos tres casos suponen una renuncia del Yo, una entrega. En el sueño el Yo se entrega a otra dimensión, en el sexo el Yo se entrega para fundirse en otro cuerpo y en la iluminación el Yo se entrega en otra dimensión. Por lo tanto, y volviendo al tema que nos ocupa, para experimentar el orgasmo es preciso relajarse y dejar que las cosas sigan su curso.


Es fácil darse cuenta de las razones que llevan a la frigidez e impotencia. La frigidez indica que la mujer no acepta la característica Yin que es la entrega, no quiere desempeñar su papel Yin, no quiere “estar abajo”, cuando tan importante es estar abajo como estar arriba (que no se en esto vea connotación moral). La mujer frígida no quiere relajarse y abrirse, quiere ser fría.


El principio masculino es activo. Ello supone hacer, crear, realizar, aceptar la propia agresividad, la propia fuerza. La impotencia sexual denota miedo a ese carácter masculino, miedo a ejercer la función Yang. La impotencia llevaría a preguntarse sobre la actitud frente a la acción, fuerza y poder de la persona en cuestión.



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